José de la Riva-Agüero y Osma nació en Lima el 26 de febrero del 1885, del matrimonio compuesto por José Carlos de la Riva-Agüero y Riglos y María de los Dolores de Osma y Sancho-Dávila. Descendía de importantes familias de origen virreinal y de esos linajes provenía también la fortuna y la tradición que heredó. Recibió también de su familia un marcado sentido de responsabilidad respecto a sus deberes como destacado miembro de la dirigencia del país.
Alumno brillante en el colegio de los Sagrados Corazones (Recoleta), destacó aún más en los estudios universitarios en las facultades de Filosofía y Letras y Derecho de la Universidad de San Marcos. Fortaleció allí su interés por la investigación en historia y literatura peruanas, renovando el conocimiento en ambos campos con sus tesis El carácter de la literatura en el Perú independiente y La historia en el Perú. La primera de las cuales mereció la felicitación de Miguel de Unamuno y la segunda el reconocimiento de la intelectualidad de esa época y de generaciones posteriores.
El estudio de la realidad peruana no fue para Riva-Agüero, asunto de gabinete. En 1912, emprendió viaje a lomo de mula hacia la sierra sur del país, fruto del cual fue el libro Paisajes Peruanos, interpretación del Perú no superada hasta ahora, según ha sostenido Raúl Porras.
Esta experiencia, no tenida por otro político o intelectual contemporáneo a Riva-Agüero, fue la génesis de su tesis de la afirmación del mestizaje de nuestra cultura, que defendió a lo largo de su vida. La crítica de ese entonces no quiso reconocer el mérito que tuvo Riva-Agüero como estudioso de la cultura andina, sobre la que dictó un muy erudito curso en nuestra Casa de Estudios en 1937. En ese sentido, también vale la pena mencionar que fue asesor de estudiosos más jóvenes como Luis E. Valcárcel y Julio C. Tello.
Su obra intelectual lo condujo indiscutiblemente a la política, animado siempre por su gran conocimiento de la historia peruana y sobre todo por la conciencia del deber y el compromiso que sentía con el beneficio del país. Sus proyectos del Partido Nacional Democrático y Acción Patriótica fueron en su momento objeto de burla y de combate carente de ideas, centrado más bien en el ataque personal a un personaje que parecía encarnar valores anacrónicos.
Un ejemplo de tal animadversión, es la antojada versión de haber sido Riva-Agüero un hombre ajeno al Perú y a su problemática. Pero los hechos reales indican que Riva-Agüero sólo se alejó del Perú en un forzado exilio signado por su lucha contra el gobierno de Augusto B. Leguía, entre 1919 y 1930.
A su regreso y luego del gobierno de Luis M. Sánchez-Cerro, colaboró activamente con la administración de Oscar R. Benavides, lo que lo llevó a presidir el Consejo de Ministros y asumir la Cartera de Justicia e Instrucción. Sin embargo, se alejó cuando sus principios religiosos le impidieron seguir participando en el gobierno. Como se sabe, don José se opuso a colocar su rúbrica en la ley que aprobaba el divorcio absoluto. Su actitud fue muy criticada y de manera intolerante no fue valorada su entereza de principios.
Dedicó sus últimos años al proyecto del que no se sentiría defraudado: su apoyo decidido a la marcha de la Universidad Católica del Perú. Participó en las actividades institucionales como docente y miembro del Consejo Superior -luego Consejo Universitario- y se preocupó por tomar las medidas legales necesarias para que a su muerte, su fortuna pudiera contribuir al sostenimiento de la Universidad y consolidar así su futuro económico.
Una vez más, se le acusó de clerical y aristocratizante, pues su actitud favorecería la educación confesional y elitista en el país. Pero el tiempo no pasa en vano. Ahora sabemos que ese donativo (inédito en nuestra historia republicana) es una de las razones de peso gracias a las cuales en la Pontificia Universidad Católica del Perú estudian muchos jóvenes talentosos quienes de otro modo no podrían sufragar los costos de una educación de calidad.
Rodeado del afecto de algunos amigos, pero incomprendido y desconocido por la mayoría de sus compatriotas, murió José de la Riva-Agüero y Osma el 25 de octubre del 1944, a los 59 años de edad. En homenaje a su memoria, la Pontificia Universidad Católica del Perú creó, en la casa en que nació y vivió este ilustre peruano, el 18 de mayo del 1947, nuestro Instituto, como un centro de investigación dedicado a los estudios humanistas y a los temas peruanos.