Nuestra comprensión habitual de la creación artística, aun en la tradición filosófica misma, es ambivalente: por un lado, se le da un estatuto de irracionalidad, mientras que, por el otro, se le juzga con los criterios de la razón. De acuerdo a ello, valoramos cierta “locura” en los artistas, incluso como requisito para su genialidad, y excluimos del arte institucionalizado a las obras de aquellos que recluimos en instituciones de salud mental. Esta investigación ha tenido por objeto cuestionar la naturaleza filosófica de esas ambivalencias, que son fruto de una concepción excesivamente naturalista que reduce la valoración de los procesos creativos y de las obras de arte a su contraste con la realidad objetiva, en este caso afectada por la condición psicopatológica de sus creadores.
En el marco de una descripción fenomenológica tal como la planteó Edmund Husserl, aplicada aquí a las obras de los pacientes con esquizofrenia, es posible en cambio exceder críticamente la explicación naturalista, realizar un análisis constitutivo de la conciencia humana que nos permita afirmar el suelo común entre locura y cordura en el ámbito de la imaginación, así como explicar el porqué de las limitaciones que la primera tiene en la constitución de una “realidad objetiva”, postulando a su vez cómo puede entenderse el rol terapéutico del arte para estos pacientes y observando finalmente de modo más preciso las prerrogativas de la conciencia estética en general, que no sigue tanto criterios estrictamente conscientes (racionales), sino más bien “protoconscientes” (intuitivos).