El Bicentenario de la Independencia es una magnífica ocasión para impulsar una cruzada cívica sustentada por principios y valores y que contribuya a compactar la desarticulada sociedad peruana; pero también es la oportunidad para desarrollar proyectos trascendentales de abastecimiento de agua para Lima y otras regiones del Perú, de carreteras y vías férreas, de mejora de nuestra red hospitalaria, de calidad para la educación y del sistema de seguridad ciudadana. Hay suficientes recursos económicos para hacer obras, a pesar del despilfarro de dinero en cuestionados proyectos como la Interoceánica, la vía 2 del Metro, el Gasoducto del sur o el aeropuerto de Chinchero.
Y así como toda esta infraestructura es necesaria, también el gobierno tiene la responsabilidad de salvaguardar nuestra herencia. Resulta ineludible, entonces, la construcción de un nuevo local para el Archivo General de la Nación porque el actual (que funciona en el sótano del Palacio de Justicia, al costado de la carceleta) es complemente inapropiado para custodiar 29 mil metros lineales de documentos, equivalentes a 28 kilómetros de extensión.
En ese espacio reducido, con escasa ventilación y abundantes ácaros, cargado de hongos que destruyen o dañan valiosos legajos y carentes de un ambiente adecuado para el trabajo de los investigadores, se conservan colecciones del siglo XVI al XIX. Entre otros, las escrituras de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, del Inca Garcilaso de la Vega, San Martín de Porras y el testamento de Pedro Manuel, conocido como “El Griego”, del año 1613, que demuestra que el pisco es oriundo del Perú.
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