Durante mucho tiempo se ha sugerido que las experiencias de los primeros años de vida afectan fuertemente al desarrollo posterior. Pueden ser acontecimientos emocionales que dejan huella pero también experiencias relacionadas con el lenguaje. Un nuevo estudio de la Universidad McGill y el Instituto Neurológico de Montreal (ambos de Canadá) ha demostrado que incluso una exposición muy temprana y breve a la lengua materna influye en cómo el cerebro procesa sonidos de un segundo idioma más adelante. Aunque la primera lengua no se vuelva a hablar nunca más.
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