Por Gonzalo Portocarrero
Extracto:
Tengo la impresión de que en el mundo de hoy se escribe cada vez más, pero se lee bastante menos. Muy pocos autores pueden aspirar a tiradas masivas de sus libros y la mayoría tenemos que contentarnos con ediciones muy limitadas. Los textos con un público relativamente amplio son los manuales de autoayuda, las novelas y los libros de gastronomía. Por otro lado, hay públicos de especialistas que siguen lo que se escribe en el campo de las ciencias humanas, el derecho y la divulgación científica.
Esta situación contrasta con la vigente hace unos 50 años, cuando leer y escribir eran actividades muy prestigiosas, pues se esperaba que los “grandes autores”, sobre todo literatos y filósofos, nos dijeran cómo es el mundo y cuál es la mejor manera de situarnos frente a sus complejos desafíos.
Esta figura del pensador que guía a un público cautivo está ejemplarmente representada en los franceses Jean-Paul Sartre y Albert Camus. Autores que objetivaron la manera angustiosa en que se vivió el paulatino deterioro de las certezas antes brindadas por los grandes sistemas ideológicos de inspiración religiosa y política.
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